Una ladrona silenciosa.
La
pereza es una ladrona silenciosa. No solo te arrebata oportunidades, sino
también la confianza en ti mismo, el crecimiento personal y la satisfacción de
ver cumplidos tus sueños.
Cada
momento que postergas, cada decisión que evitas por comodidad, es un paso que
no das hacia tu propósito. Superarla no es fácil, pero cuando actúas, incluso
con pasos pequeños, recuperas el poder
sobre tu vida y abres la puerta a lo que realmente mereces.
Por ejemplo: Cuentan que hace mucho tiempo existió un
hombre tan flojo, tan flojo, que desde que amanecía hasta que anochecía… no
hacía absolutamente nada.
Su mujer, cansada de verlo sin mover un dedo, le reclamaba una y otra vez:
—¡No puedes seguir así! ¡Yo no paro en todo el día y tú ni te levantas!
¡Vas a acabar conmigo!
El hombre, muy tranquilo, le contestaba:
—No te preocupes, mujer… algún día seremos ricos y ya no tendrás que
trabajar.
—¿Y cómo vamos a ser ricos si ni siquiera te mueves?
—Me contaron que, más allá de las montañas, vive un sabio que tiene las
respuestas. Iré a preguntarle…
A pesar de su pereza, el flojo partió al día siguiente.
Y en el camino, se encontró con un lobo flaco, muy flaco.
—¿A dónde vas? —le preguntó el lobo.
—Voy a buscar al sabio para que me diga cómo ser rico.
—Ya que vas, ¿puedes preguntarle qué debo hacer para dejar de estar tan
flaco? No importa cuánto coma, no engordo…
—Está bien —respondió el flojo.
Más adelante, junto a un manzano de frutos podridos, el árbol le pidió:
—Por favor, si ves al sabio, pregúntale por qué mis frutos se pudren apenas
crecen…
—Claro que sí —dijo el flojo, sin detenerse.
Y un poco más allá, un pez que apenas podía hablar desde el lago le
suplicó:
—Ayúdame… tengo algo atorado en la garganta. Pregunta al sabio qué puedo
hacer…
—De acuerdo —dijo el flojo—. Yo también necesito su consejo.
Después de mucho andar, encontró al sabio meditando frente a una puesta de
sol.
El flojo, sin rodeos, preguntó:
—¿Qué puedo hacer para ser rico? Ah… y traigo algunas otras preguntas…
El sabio, tras escucharlo, le respondió:
—El pez tiene una piedra preciosa en la garganta. Si alguien la saca,
volverá a comer.
El manzano tiene un tesoro enterrado bajo sus raíces. Si alguien lo
desentierra, sanará y dará frutos sanos.
Y el lobo… debe comerse al primer holgazán que encuentre en el camino.
—¿Y yo? ¿Qué tengo que hacer para ser rico?
—Tú solo debes desandar el camino que hiciste.
El flojo, feliz, creyó haber encontrado la mejor receta: no hacer nada.
Al regresar, el pez le pidió ayuda:
—¡Sácame la piedra! ¡La joya es tuya!
—¿Meterme al agua helada? ¡Ni loco! El sabio dijo que solo debo desandar el
camino.
Llegó al manzano:
—¡Desentierra el tesoro! ¡Serás rico!
—¿Excavar? ¡Qué flojera! Yo solo tengo que seguir caminando…
Finalmente, se encontró de nuevo con el lobo flaco:
—¿Qué dijo el sabio sobre mí? —preguntó el lobo.
—Que debías comerte al primer flojo que encontraras…
—Perfecto —dijo el lobo mientras se relamía.
Y así, la pereza terminó devorando al flojo… literalmente.
Reflexión:
La pereza no solo te roba las oportunidades, también puede terminar
contigo.
El flojo tuvo en sus manos el camino a la riqueza, pero no quiso mojarse,
no quiso esforzarse, no quiso cansarse.
Y en su egoísmo, tampoco quiso ayudar a nadie, aunque eso le trajera una
recompensa segura.
El esfuerzo no es un castigo. Es el único camino real hacia el crecimiento,
la prosperidad y el éxito.
La magia no existe. Solo existen el trabajo, la constancia y el corazón
puesto en lo que haces.
Moraleja:
El éxito no es cuestión de suerte ni de esperar sentado.
Es cuestión de hacer, intentar, equivocarse, levantarse, ayudar y dar lo
mejor de ti.
Quien no se mueve, quien no siembra… tampoco cosecha.
Hoy es un buen día para preguntarte: ¿Qué tanto estás dispuesto a
esforzarte por tus?


(créditos al Autor, donde quiera que se encuentre)